Inicio Noticias de la Iglesia Espiritualidad Liturgia Biblia Conoce y defiende tu fe
Historia de la Iglesia Las Vidas de los Santos Lecturas de la Santa Misa María Radio Catedral Libros

Conoce y Defiende tu Fe


Inicio »

DEFENSA DE LA FE EN EL NUEVO TESTAMENTO

Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap

San Pablo
Si echamos una mirada al Nuevo Testamento, de inmediato nos damos cuenta de la grande preocupación que existe, con relación a la “sana doctrina” y al compromiso de rechazar cualquier tipo de desviación.

1. Falsos profetas y falsos mesías

“Entonces, si alguien les dice: Mira, el Cristo está aquí o allá, no le crean. Ya que aparecerán falsos mesías y falsos profetas, que harán señales y prodigios con el fin de engañar aún a los elegidos, si esto fuera posible”. (Mc 13,21‑22).
¿Quién es un profeta? Uno que habla en nombre de Dios.

¿Quién es un mesías o cristo? Uno que es elegido por Dios, consagrado (Ungido=Crísto=Mesías) y enviado.

Pues bien, Jesús nos pone en guardia contra los falsos profetas y los falsos mesías, es decir, personas que aseguran hablar en nombre de Dios y no es cierto, y personas que aseguran ser enviadas por Dios y no es cierto. Lo que hacen es actuar por propia cuenta, buscando no los intereses de Dios, sino los propios.

Examinando la vida y la obra de muchos fundadores de las sectas, a lo largo de la historia de la Iglesia, es fácil darse cuenta de los grandes daños, que estos falsos profetas y falsos mesías causaron al rebaño de Cristo, dispersando y alejando de la fuente de la salvación a los más débiles en la fe.

“Harán señales milagrosas”, advierte Jesús. Claro, también el demonio tiene poder y muchos se dejan engañar. “Dejen la Iglesia Católica ‑se oye repetir‑, vengan con nosotros. Aquí se hacen muchos milagros”.

“No es el que me dice: ¡Señor!, ¡Señor!, el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. En el día del juicio muchos me dirán: Señor, Señor, profetizamos en tu Nombre, y en tu Nombre arrojamos a los demonios, y en tu Nombre hicimos muchos milagros”. (Mt 7,21‑23).
Así que no basta predicar, gritar, reprender a los demonios, orar por los enfermos… para decir que uno anda bien y es un verdadero profeta. Se necesita la obediencia a la voluntad de Dios, empezando por estar bien integrado a su Iglesia, obedeciendo a los legítimos pastores que Cristo estableció. De otra manera, se está construyendo la casa sobre arena (Mt 7,26).

2. Simple exterioridad

“Ostentarán apariencias de piedad, pero rechazarán sus exigencias. Evita esa gente. De la misma clase son también los que se meten por las casas, engañando a mujeres infelices, llenas de pecados, movidas por toda clase de pasiones, que siempre están aprendiendo y nunca llegan al conocimiento de la verdad. Estos hombres siguen el ejemplo de Janes y de Jambres, que se opusieron a Moisés”. (2Tim 3,5‑8a).
¡Qué bonito retrato de lo que son las sectas hoy en día! Ostentan apariencias de piedad, rechazando sus exigencias. Se quieren entre ellos mismos y tratan mal a los que no pertenecen a sus grupos. Están siempre con la Biblia en la mano, para ver qué encuentran para atacar mejor a los demás. Se aprovechan de gente traumatizada, pesimista y fracasada, para enredarla y llevársela a sus grupos.

Si de veras conocen la Biblia, ¿Por qué fomentan las divisiones? ¿Por qué no tratan de luchar por la unidad entre los discípulos de Cristo? ¿Por qué entre ellos no se aprecia el don del celibato? (Mt 19,12).

“Ellos también están descalificados en cuanto a la fe y con su mente pervertida se oponen a la verdad. Pero no irán muy lejos, porque su locura será desenmascarada a la vista de todos, como les pasó a esos dos”. (2Tim 3,8b‑9).
La historia enseña que muchas sectas se acabaron tristemente. Estamos seguros de que lo mismo sucederá con las sectas actuales. Después de algún tiempo de éxito, desaparecerán sin dejar algún rastro tras de si.

3. Maestros según sus deseos

“Pues vendrá un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán un montón de maestros según sus deseos. Estarán ávidos de novedades y se apartarán de la verdad para volverse hacia puros cuentos”. (2Tim 4,34).
Según algunas estadísticas, actualmente surgirían solamente en el estado de California (U.S.A.), un promedio de dos sectas diarias, contándose en todo el mundo con un total de unas 2 1,000 sectas. Hay para todos los gustos. Es la ley de la demanda y la oferta. Y lo que es peor, normalmente las nuevas sectas, bajo la apariencia de mayor apertura o fidelidad a Cristo y a la Biblia, se alejan siempre más del ideal cristiano, sellado por el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Imagínense que, con el pretexto de la plena libertad, se ha llegado hasta establecer sectas satánicas, para dar culto al mismo demonio.

No seamos ingenuos. Detrás de todo este asunto de las sectas no hay solamente buena voluntad y búsqueda de la salvación eterna. Hay también intereses sucios, que no se aclaran.

¿O acaso San Pablo fue un pesimista crónico, acostumbrado a pensar siempre mal de la gente? Nada de todo esto. Fue simplemente un hombre con los pies bien puestos sobre la tierra.

Hagamos un ejemplo. Uno se encuentra separado de su esposa y vive con otra mujer. Sabiendo que, según la Iglesia Católica, nunca podrá casarse con esa nueva mujer, se mete en una secta y celebra el nuevo matrimonio con gran solemnidad. Pues bien, su cambio de religión ¿se debe al deseo de seguir más de cerca a Cristo o es un medio para arreglar una situación de por sí irregular y antievangélica?

Esto es lo que San Pablo llama “buscar maestros según sus deseos”. Como hizo el mismo José Smith, fundador de los Mormones, que para justificar sus fechorías, repristinó la poligamia del Antiguo Testamento, disque por mandato divino.

Con relación a los “cuentos”, de los que nos habla San Pablo, habría mucho que decir. Cada secta tiene sus cuentos, hechos de sueños, revelaciones y milagros al por mayor.

Evidentemente, no estamos en contra de los cuentos. Pueden resultar muy interesantes y divertidos. Pero no hay que confundirlos con el Evangelio, utilizándolos como medio para atrapar a la gente y separarla de la única Iglesia que fundó Cristo.

En este caso sería mucho mejor hablar de “religión‑ficción”, como se habla de “ciencia‑ficción”. Nosotros no estamos en contra de las sectas por alergia incurable. Lo que queremos, es que se llamen las cosas por su nombre.

Empezar con la Biblia y acabar con los cuentos, no es una buena manera de servir la causa de Cristo. Es suficiente pensar en el “Libro de Mormón” de José Smith, a la vasta obra literaria de Ellen Gould White, cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, o a las elucubraciones bíblicas de Charles Tase Russel, fundador de los Testigos de Jehová, para darnos cuenta de la grande razón que tenía San Pablo, cuando nos ponía en guardia contra el peligro de seguir “cuentos” y no doctrina auténtica.

4. Doctrinas extrañas

“No se dejen engañar por doctrinas extrañas”. (Heb 13,9).
Es lo que encontramos en las sectas: enseñanzas que claramente son novedosas con relación a lo que la Iglesia recibió de Cristo, vivió y transmitió durante más de 1500 años. Y ahora resulta que “siempre no: todo está equivocado. Solamente nosotros tenemos la verdad, descubierta en la Biblia apenas hace 15 días”.

Que hay que bautizar “en el nombre de Jesucristo”; que “el bautismo de los niños no vale”; que la Cena del Señor es un puro “recuerdo”; que no existe ninguna diferencia entre el sacerdocio ministerial y el “sacerdocio de todos los fieles”, etc. Así que la Iglesia, fundada por Cristo y encargada de predicar el Evangelio por todo el mundo y a toda creatura (Me 16,15; Mt 28,18‑20), se equivocó desde un principio. Hasta que por fin llegaron ellos, los iluminados, los escogidos, que entendieron bien lo que dijo Cristo y empezaron a cumplirlo. Por favor, vayan a contar esto a gente completamente en ayunas en cuanto a religión, puesto que a mí todo esto me da risa y tristeza, al ver como gente sin un mínimo de preparación y seriedad moral, se está aventando en el campo religioso como si se tratara de un “negocio cualquiera”.

Pues bien, ¿no se refería a esto San Pablo, cuando hablaba de “doctrinas extrañas”? ¿Extrañas a qué? A la fe de la Iglesia, transmitida por generaciones desde Cristo y los apóstoles.

5. Hay que taparles la boca

“Sabes que son muchos los rebeldes de espíritu, los charlatanes, los engañadores, sobre todo entre los de origen judío. Hay que taparles la boca cuando vienen a perturbar a familias enteras, enseñando lo que no deben, movidos sólo por el dinero.
Fue precisamente un cretense, a quien ellos tienen por profeta, quien dijo: «Cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos».
Es la pura verdad. Por eso tú repréndelos con firmeza para que tengan una fe sana; que no hagan caso de las leyendas judías ni de sus prácticas, ya que esa gente da la espalda a la verdad”. (Tit 1, 10‑ 14).
Nada de buena fe y ecumenismo fácil e ingenuo. Aquí se habla de “rebeldes”, “charlatanes”, “engañadores”, “deseo de lucro” y “leyendas”. Así que…, mucho cuidado cuando se habla de “hermanos separados”. ¿O acaso se trata solamente de situaciones del pasado, que no tienen nada que ver con la realidad actual? No seamos angelistas. El hombre es siempre hombre. También hoy pasa lo mismo.

Fulano de tal no tiene trabajo. Le dicen: “Si te pasas con nosotros, recibirás el nombramiento de “pastor” y un sueldo mensual de tanto, más carro y casa”. Rápido aquel fulano se vuelve “evangélico” y empieza a “predicar la Palabra de Dios”, hablando mal de la Virgen, el Papa, los santos y de la Iglesia Católica en general. ¿Se trató de una verdadera “conversión” a Cristo, después de haber descubierto “la verdad”? Claro que no. Se trató sencillamente de un frío cálculo económico y nada más. Que si mañana encuentra otra chamba mejor, claro que deja de vender Palabra de Dios y oraciones, y se mete a vender chayotes.

Una muchacha no consigue trabajo. Le llega el siguiente ofrecimiento: “Si te haces mormona con toda tu familia, te enseñaremos el inglés y te ayudaremos a conseguir un empleo seguro”. Pronto toda la familia se vuelve mormona.

Se trata de casos reales, aunque sabemos que no todos cambian de religión por motivos económicos y que el problema de las sectas es mucho más amplio y complejo. De todos modos, lo que aquí queremos subrayar es que en todo el asunto de las sectas, no hay que excluir la posibilidad de la mala fe y la tentación del dinero, como el dato bíblico nos señala claramente.

“Hay que taparles la boca” , nos dice San Pablo. ¿Qué quiere decir esto? Que hay que hablar, aclarar las cosas y poner en guardia a los feligreses contra el peligro de caer en sus redes. Hay que actuar como el buen pastor, que está dispuesto a dar la vida por las ovejas, cuando son amenazadas por la presencia de algún lobo (Jn 10, 11). Mientras el asalariado huye, porque realmente no le interesan las ovejas.

“El asalariado las agarra y las dispersa, porque sólo es un asalariado y no le importan las ovejas”. (Jn 10,12‑13).
Es tiempo de despertar. Los lobos se están comiendo nuestras ovejas, mientras nosotros seguirnos durmiendo tranquilamente. Una auténtica vergüenza.

6. Dar razón de la propia esperanza

“Siempre estén dispuestos para dar una respuesta acertada al que les pide cuenta de su esperanza. Pero háganlo con sencillez y deferencia. Guarden una conciencia recta, para que tengan vergüenza de sus acusaciones, todos aquellos que a ustedes los calumnian por llevar la hermosa vida cristiana”. (1Pe 3,15b‑16).
No es suficiente ir a misa, confesarse, comulgar, orar… para ser un buen católico. Es necesario conocer el porqué de todo esto y darlo a conocer a los que piden alguna razón.

El problema de muchas comunidades católicas, hasta fervorosas, es el siguiente: cuentan con buenas costumbres cristianas, bien arraigadas e impregnadas de auténticos valores evangélicos, como fruto de casi quinientos años de evangelización. Pero les falta un conocimiento explicito del fundamento de todo este patrimonio cristiano, de modo tal que, cuando se presentan los sectarios, fácilmente logran desestabilizarlas.

Pues bien, ¿qué hay que hacer en esta situación? Ofrecerles una base bíblica, iluminada por el Magisterio. Es una tarea urgente, que hay que realizar en la mayor brevedad posible, antes que sea demasiado tarde.

Hoy, ser católico quiere decir vivir y conocer la propia fe, dando testimonio de ello ante los que no creen o la atacan.

Una tarea sin duda cargada de sufrimiento, pero al mismo tiempo entusiasmante. “Así los que los calumnian, tendrán vergüenza de sus acusaciones”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario